1988, Acción. Dir: John McTiernan. Guión: Jeb Stuart y Steven E. Souza, basado en la novela de Roderick Thorp. Música:Michael kamen. Interpretación: Bruce Willis, Allan Rickman, Reginald VelJhonson, Bonnie Bedelia...
Queríamos reiniciar nuestros diálogos para el recuerdo con un clásico, por aquello de recordar lo apasionado del cine en su origen. Pero hoy, no he podido resistir la tentación de recurrir a la primera entrega de las aventuras de John McClane.
Y es que La jungla de cristal, a parte de que ya tiene la friolera de 20 años y es uno de los mejores films de acción de todos los tiempos, puede considerarse ya todo un clásico.
En ella, se nos narra la situación límite en que se verá involucrado John McClane, un policía de Nueva York, que al venir a Los Ángeles a visitar a su esposa por Navidad se hallará encerrado en un monstruo de hormigón, el Nakatomi Plaza, y se verá obligado a luchar contra unos ladrones profesionales que planean realizar el robo con rehenes más grande de toda la historia.
Ésta es la excusa para presentarnos a un personaje que sin duda pasará a los anales de la historia del cine. De hecho ya vamos por la cuarta entrega de sus aventuras. Y es que McClane, con sus malos modales, su planta de caradura, su rapidez de actuación y su amor por el riesgo es capaz de seducir a cualquier tipo de espectador del cine de acción.
En la jungla encontramos acción a la vieja usanza, sin un momento de respiro. Todo ello de la mano de John MacTiernan, un magnífico director del género que siempre nos ha deleitado con excelentes obras. Y además, un ingrediente que quizás sea el que ha hecho triunfar a esta saga. Algo que realmente es innovador en ella. Se trata de ese humor negro innato al personaje, que es capaz de reírse de si mismo en los momentos más tensos del film.
Y hay que decir que este aspecto ha hecho muchísimo daño al cine de acción y aventura de los últimos años, ya que en películas que no tenían nada que ver con esta saga, se introducían estos gags de humor en escenas verdaderamente tensas, provocando la carcajada en el espectador, pero acabando al mismo tiempo con el realismo y el dramatismo del film en cuestión.
En fin, que John McClane es John McClane, y no queremos que lo sea nadie más. A él le está permitido reírse hasta de su propia sombra, pero nada más a él. Los demás que se dejen de humor negro y fácil y guarden para él su ¡Yipee ki yay, hijo de puta! que es, sin duda alguna, quien mejor lo sabe hacer.
Y es que La jungla de cristal, a parte de que ya tiene la friolera de 20 años y es uno de los mejores films de acción de todos los tiempos, puede considerarse ya todo un clásico.
En ella, se nos narra la situación límite en que se verá involucrado John McClane, un policía de Nueva York, que al venir a Los Ángeles a visitar a su esposa por Navidad se hallará encerrado en un monstruo de hormigón, el Nakatomi Plaza, y se verá obligado a luchar contra unos ladrones profesionales que planean realizar el robo con rehenes más grande de toda la historia.
Ésta es la excusa para presentarnos a un personaje que sin duda pasará a los anales de la historia del cine. De hecho ya vamos por la cuarta entrega de sus aventuras. Y es que McClane, con sus malos modales, su planta de caradura, su rapidez de actuación y su amor por el riesgo es capaz de seducir a cualquier tipo de espectador del cine de acción.
En la jungla encontramos acción a la vieja usanza, sin un momento de respiro. Todo ello de la mano de John MacTiernan, un magnífico director del género que siempre nos ha deleitado con excelentes obras. Y además, un ingrediente que quizás sea el que ha hecho triunfar a esta saga. Algo que realmente es innovador en ella. Se trata de ese humor negro innato al personaje, que es capaz de reírse de si mismo en los momentos más tensos del film.
Y hay que decir que este aspecto ha hecho muchísimo daño al cine de acción y aventura de los últimos años, ya que en películas que no tenían nada que ver con esta saga, se introducían estos gags de humor en escenas verdaderamente tensas, provocando la carcajada en el espectador, pero acabando al mismo tiempo con el realismo y el dramatismo del film en cuestión.
En fin, que John McClane es John McClane, y no queremos que lo sea nadie más. A él le está permitido reírse hasta de su propia sombra, pero nada más a él. Los demás que se dejen de humor negro y fácil y guarden para él su ¡Yipee ki yay, hijo de puta! que es, sin duda alguna, quien mejor lo sabe hacer.
1 comentario:
Ei!!
Soc jordi que no e consegit posarme el no i o e tingut que fer en anonimo, esta molt bonic, aquesta es la part que mes m'agrada perque fa no res que e vist la ultia peli.
Bueno mira tu tambe el meu ee..JEJE
Adeu!!
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