Cuando escuché las palabras del Doctor Cunningam, no podía creerlo:
- No cabe la menor duda, su novia está embarazada.
¡¡Era imposible!! Debido a mis continuos viajes, las discusiones a causa de estos y la ausente disponibilidad de espacio para hacerlo, nuestra vida sexual había decaído notablemente. He de deciros que durante ese último mes solo habíamos estado juntos una vez.
- Y lo que es más importante. Hemos revisado los resultados de las pruebas de paternidad y no hay lugar a error posible: El niño es suyo.
Esto ya me dejó de piedra. He de confesar que me costó desconfiar de ella, pero no podía comprender como nos había llegado a pasar eso. Como ya he dicho, casi nunca hacíamos el amor, y nuestras constantes discusiones me hicieron pensar si por su cabeza había pasado el reencontrarse con un viejo amor, o quizás el llegar a conocer a alguno nuevo. Pero no, me había sido fiel, y no había forma de rehuir la realidad. Iba a convertirme en padre.
No podía quitarme de la cabeza la reacción de mis padres. Ya me imaginaba el próximo domingo que tuviésemos comida familiar, levantándome junto a mi novia antes del postre y diciendo: -“Tenemos algo que comunicaros…”
- ¡Pero es imposible Doctor! Sólo hemos practicado sexo una vez desde que el mes pasado le vino el periodo, y estoy seguro de haber comprobado el preservativo, para ver si tenía alguna fuga. ¡¡Y no salía nada!!
- ¿Está usted completamente seguro de eso?
- Por supuesto, que si.
- Pues entonces, su caso solo tiene una explicación posible. Se trata de una irregularidad médica muy extraña, que ha aparecido recientemente y que solo se ha dado en dos ocasiones a lo largo de toda la historia de la medicina. Ambas ocurrieron el verano pasado una en Laos y la otra en Wyoming.
- Dígame de que se trata Doctor, no me haga sufrir más.
- Mi querido amigo…, cuando usted comprobó el profiláctico, ¿qué hizo con el esperma que quedaba en él?
- Pues lo que todo el mundo, ¿no? Lo tiré a la taza del wáter.
- ¿Y puede recordar si tiró de la cadena?
- Yo diría que si… Ah no, ahora que lo recuerdo. No lo hice, porque mi novia me pidió que esperara, ya que ella necesitaba utilizarlo. Así que no lo hice.
- Bien, pues esto ya no nos deja margen de error posible.
Yo cada vez estaba más sorprendido. La seguridad con que hablaba el doctor de un caso único en el mundo me dejaba totalmente anonadado. Y sus preguntas, peor aun. No me aclaraban nada de nada.
- La solución a su problema es muy sencilla. Su esperma, por causas de poca actividad, y por el hecho de no alcanzar nunca el objetivo de su viaje, ha evolucionado con el fin de conseguir lograr la meta de su existencia. Es la patología conocida como “Superesperma”, o en términos técnicos Spermorum Voulabilis.
Esto ya me dejó de piedra.
- ¡¡No puede ser!!
- Amigo mío, nada es imposible en el mundo de la ciencia. Si lo desea, puedo analizar una muestra de su esperma y así lo comprobará. A cada uno de sus espermatozoides le han crecido un par de alitas diminutas que le han permitido emerger volando desde el fondo de la taza del wáter, para continuar su carrera en busca del óvulo. Y para encontrarlo cuando su novia fue al baño a hacer sus necesidades.
- Me deja usted de piedra…
- Es la ley de la naturaleza. Todas las criaturas del mundo evolucionan para conseguir la supervivencia o la misión que se les ha asignado en esta vida. Y en su caso, su esperma no ha sido menos. Debería sentirse orgulloso. No hay lugar a dudas, dentro de los tres ejemplares encontrados: ¡Se trata de un caso único en el mundo!