Una de las primeras cintas de Sydney Pollack, nos cuenta la historia de un norteamericano que después de luchar en la segunda guerra mundial, ya en los
Veinte años antes, después de finalizar la guerra este hombre estableció una relación con una japonesa que había quedado sola con una hija tras el conflicto. El yankee ayudó a la joven nipona y entre los dos surgió una hermosa relación de amistad y amor. Poco después apareció el hermano de la muchacha, un joven yakuza a quien habían dado por muerto, y para éste, la simple relación de la chica con un militar enemigo fue toda una ofensa que le hizo retirarse a las montañas de Japón, totalmente deshonrado. Tal hecho, provocó la separación de la pareja y el regreso del americano a su hogar para volver únicamente a pedir ayuda al yakuza, con la intención de salvar a la hija de su amigo.
Magistral interpretación de un Robert Mitchum ya maduro que nos retratará a un personaje siempre enamorado de la joven nipona y que mantiene un profundo respeto por una cultura que le resulta totalmente extraña, pero que no deja de comprender y admirar profundamente.
Cabe destacar también el papel del yakuza Ken Takakura, frio desde el primer momento en que aperece en el film y fiel a sus creencias hasta el último fotograma. Me han comentado que no era la primera vez que interpretaba a este tipo de personaje.
Pollack, quien se había iniciado en la televisión con una importante carrera, aquí nos transmite una genial visión de la cultura oriental que nos fascina notablemente y a la que el paso del tiempo no le ha hecho ningún daño.
Estoy seguro de que la cinta influyó en Philip Kauffman a la hora de rodar su Sol naciente, al igual que en otras películas que reflejan la cultura oriental.
En fin, una obra sensacional, realmente recomendable, y que sigue tan fresca como en el dia de su estreno.
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