2007, Romántica. Dir: Kevin Lima. Guión: Billy Kelly. Música: Allan Menken y Stephen Swartz. Int: Amy Adams, Patrick Dempsey, James Mardsen, Susan Saradon.
Supongo que a los lectores habituales de este blog les sorprenderá la aparición de esta crítica, pero se dan diversas circunstancias, que hacen que me ponga a escribir estas letras en relación a este film.
Con la Disney de fondo, Encantada nos cuenta la historia de Giselle, un personaje creado con lápiz y papel que se enamora de un príncipe, y cuando está a punto de casarse con él, se verá enviada a nuestro mundo real, de carne y hueso, por la mano de la malvada madrastra del príncipe en cuestión. Todo esto con el objetivo de que la joven no pueda acceder al trono y relegar así al olvido a la madrastra.
Una vez en nuestro mundo, la joven princesa Giselle se verá envuelta en una serie de situaciones tópicas que la llevarán a enamorarse de un humano real y de la pequeña hija de este. Así pues, cuando su príncipe azul venga a rescatarla, la sorpresa de éste será que la joven se ha olvidado de él, y que le atrae más nuestro mundo sin príncipes al uso y con citas normales para salir, bailar, cenar y conocerse. Todo esto, adornado con un par de números musicales (geniales los negros del parque) al estilo de los films animados de la Disney, nos traerá una película sencilla que emocionará a más de uno y que divertirá tanto a mayores como a pequeños haciéndonos salir del cine un poco más niños de lo que realmente somos.
Ahora bien, en Encantada vi un paralelismo que me gustaría reflejar aquí. Y nada más y nada menos que es con la que se considera la mejor obra de la historia de la literatura: El Quijote, de Miguel de Cervantes. Y es que al colocar al personaje mágico de Giselle en un mundo real como el del Manhattan de hoy en día, las situaciones que se dan son cómicas y similares a las que obtuvo Miguel de Cervantes al colocar a su caballero andante en la España del siglo XVII. Y más aun, cuando al final del film, la joven va a parar a una fiesta en la que todos van disfrazados de príncipes y princesas, menos ella, que después de haber ido vestida así todo el film, aparece con un vestido de noche de lo más normal. Y es precisamente en esa escena donde se convierte en una mujer real.
Así como al final de la novela de Cervantes, Don Quijote se acercaba a la realidad “Sanchizandose”, queriendo regresar al hogar y abandonando sus correrias, y Sancho se aproximaba al mundo de la fantasía “Quijotizandose”, con su intención de volver a salir al mundo en busca de aventuras, en Encantada diremos que nuestra realidad se aproxima al mundo fantástico de magia y princesas de la Disney, y que la joven Giselle, se acerca a nuestra realidad pura, dura y cotidiana la de las relaciones de pareja y la de nuestra vida.
Un paralelismo que no deja de ser muy interesante en un film que ofrece lo que se le pide. Ni más, ni menos.
Supongo que a los lectores habituales de este blog les sorprenderá la aparición de esta crítica, pero se dan diversas circunstancias, que hacen que me ponga a escribir estas letras en relación a este film.
Con la Disney de fondo, Encantada nos cuenta la historia de Giselle, un personaje creado con lápiz y papel que se enamora de un príncipe, y cuando está a punto de casarse con él, se verá enviada a nuestro mundo real, de carne y hueso, por la mano de la malvada madrastra del príncipe en cuestión. Todo esto con el objetivo de que la joven no pueda acceder al trono y relegar así al olvido a la madrastra.
Una vez en nuestro mundo, la joven princesa Giselle se verá envuelta en una serie de situaciones tópicas que la llevarán a enamorarse de un humano real y de la pequeña hija de este. Así pues, cuando su príncipe azul venga a rescatarla, la sorpresa de éste será que la joven se ha olvidado de él, y que le atrae más nuestro mundo sin príncipes al uso y con citas normales para salir, bailar, cenar y conocerse. Todo esto, adornado con un par de números musicales (geniales los negros del parque) al estilo de los films animados de la Disney, nos traerá una película sencilla que emocionará a más de uno y que divertirá tanto a mayores como a pequeños haciéndonos salir del cine un poco más niños de lo que realmente somos.
Ahora bien, en Encantada vi un paralelismo que me gustaría reflejar aquí. Y nada más y nada menos que es con la que se considera la mejor obra de la historia de la literatura: El Quijote, de Miguel de Cervantes. Y es que al colocar al personaje mágico de Giselle en un mundo real como el del Manhattan de hoy en día, las situaciones que se dan son cómicas y similares a las que obtuvo Miguel de Cervantes al colocar a su caballero andante en la España del siglo XVII. Y más aun, cuando al final del film, la joven va a parar a una fiesta en la que todos van disfrazados de príncipes y princesas, menos ella, que después de haber ido vestida así todo el film, aparece con un vestido de noche de lo más normal. Y es precisamente en esa escena donde se convierte en una mujer real.Así como al final de la novela de Cervantes, Don Quijote se acercaba a la realidad “Sanchizandose”, queriendo regresar al hogar y abandonando sus correrias, y Sancho se aproximaba al mundo de la fantasía “Quijotizandose”, con su intención de volver a salir al mundo en busca de aventuras, en Encantada diremos que nuestra realidad se aproxima al mundo fantástico de magia y princesas de la Disney, y que la joven Giselle, se acerca a nuestra realidad pura, dura y cotidiana la de las relaciones de pareja y la de nuestra vida.
Un paralelismo que no deja de ser muy interesante en un film que ofrece lo que se le pide. Ni más, ni menos.


En este film cabe todo, excelentes actuaciones (como la de John Cassavettes, que fue premiada con una nominación a los Oscars), duelos interpretativos, de personalidad y de ego memorables (como el de Lee Marvin con Robert Ryan), momentos de amistad y compañerismo (como cuando todos ayudan a Bronson), malos que se convierten en buenos cuando aparecen los malos de verdad, y hay incluso lugar para el humor (con la genial escena en la que Donald Sutherland se hace pasar por general, momento inigualable que me atrevo a calificar como uno de los mejores de toda su carrera).
El publico ya quedó fascinado con su opera prima Reservoir dogs y con la obra que tratamos hoy. Después vendrían, tras un breve episodio de Four Rooms y diversas apariciones como actor en numerosos films, Jackie Brown y las dos partes de Kill Bill. Recientemente, nos ha presentado Death proof, su episodio dentro del proyecto conjunto Grindhouse. Pero hay que decir, que entre el público ya no ha tenido el éxito de sus predecesoras, por no hablar de la crítica, en la que ya hace tiempo va forjando opiniones dispares.
También sus personajes nos seducen, los dos. Por un lado Garret, interpretado magistralmente por James Coburn (quizás en el mejor papel de su carrera), que nos muestra como el mito está envejeciendo y el motivo por el cual decide unirse a la ley, incluso para acabar traicionando a su amigo. Y por el otro a Billy, un magnífico Kris Kristoffersson en el que fue su debut, mostrando la crueldad y la dureza de un personaje que al mismo tiempo es realmente humano y que nos resulta tremendamente atractivo desde el inicio del film.
Todo ello con un hilo musical de fondo compuesto por el mismísimo Bob Dylan, que coincide con la imaginaria del film de una forma espectacular y cuyo buque insignia es nada más y nada menos que Knockin’ on a heavens door, uno de sus temas más conocidos.
Es cierto que con todos estos aspectos a favor, seria difícil hacer un mal producto, pero aun así, la manera de narrar de Affleck es muy atractiva. La historia consigue enganchar desde su primer minuto, y aunque en algún momento las aclaraciones que hace no sean excesivamente necesarias, el resultado final es el de un buen policiaco que presenta un admirable punto de partida para la carrera de un director, que esperemos mejore, la que este mismo ha llevado a cabo dentro del mundo de la interpretación.
