1973, Western. Dir: Sam Peckinpah. Guión: Rudy Wurlitzer. Música: Bob Dylan. Int: James Coburn, Kris Kristofferson, Bob Dylan, Jason Robards.
Hoy hablamos del que quizás, con el respeto de Grupo Salvaje, sea el western más representativo de la carrera de Sam Peckinpah.
Crepuscular desde su primer minuto, nos narra los últimos dias de dos personajes históricos, de dos amigos, que por circunstancias de la vida se verán enfrentados en una caza cuyo punto final será la muerte.
William Boney, más conocido como Billy the Kid y Patrick Garret, combatieron juntos en el conflicto del rio Pecos de la mano del ganadero John Chisum. Poco después de aquello, la vida los separaría, poniendo a Garret del lado de la ley y a Billy del de la delincuencia, el robo y el asesinato. Esto les abocaría a un enfrentamiento predestinado. Y más aun, cuando los hombres de Santa Fé contrataron a Pat Garret con el único fin de apresar a Billy, o de acabar con su vida.
Peckinpah bordaría la adaptación de esta leyenda al reflejar en ella el conjunto de las obsesiones que forjaron su carrera: La dureza, la melancolía, la amistad y por encima de todas ellas, la violencia. Una violencia que aun hoy en día impacta por su crudeza. Su potencia visual es de una fuerza impresionante y nos atrae desde su primer minuto, del modo en que solo el viejo mestizo de Peckinpah sabia hacer. También sus personajes nos seducen, los dos. Por un lado Garret, interpretado magistralmente por James Coburn (quizás en el mejor papel de su carrera), que nos muestra como el mito está envejeciendo y el motivo por el cual decide unirse a la ley, incluso para acabar traicionando a su amigo. Y por el otro a Billy, un magnífico Kris Kristoffersson en el que fue su debut, mostrando la crueldad y la dureza de un personaje que al mismo tiempo es realmente humano y que nos resulta tremendamente atractivo desde el inicio del film. Todo ello con un hilo musical de fondo compuesto por el mismísimo Bob Dylan, que coincide con la imaginaria del film de una forma espectacular y cuyo buque insignia es nada más y nada menos que Knockin’ on a heavens door, uno de sus temas más conocidos.
En fin, un film excepcional, una obra maestra con el sello de Peckinpah impregnado, que hará disfrutar a todos los fans del western en general, y a los del director en concreto, con su crudeza y realidad como principal bandera.
Crepuscular desde su primer minuto, nos narra los últimos dias de dos personajes históricos, de dos amigos, que por circunstancias de la vida se verán enfrentados en una caza cuyo punto final será la muerte.
William Boney, más conocido como Billy the Kid y Patrick Garret, combatieron juntos en el conflicto del rio Pecos de la mano del ganadero John Chisum. Poco después de aquello, la vida los separaría, poniendo a Garret del lado de la ley y a Billy del de la delincuencia, el robo y el asesinato. Esto les abocaría a un enfrentamiento predestinado. Y más aun, cuando los hombres de Santa Fé contrataron a Pat Garret con el único fin de apresar a Billy, o de acabar con su vida.
Peckinpah bordaría la adaptación de esta leyenda al reflejar en ella el conjunto de las obsesiones que forjaron su carrera: La dureza, la melancolía, la amistad y por encima de todas ellas, la violencia. Una violencia que aun hoy en día impacta por su crudeza. Su potencia visual es de una fuerza impresionante y nos atrae desde su primer minuto, del modo en que solo el viejo mestizo de Peckinpah sabia hacer. También sus personajes nos seducen, los dos. Por un lado Garret, interpretado magistralmente por James Coburn (quizás en el mejor papel de su carrera), que nos muestra como el mito está envejeciendo y el motivo por el cual decide unirse a la ley, incluso para acabar traicionando a su amigo. Y por el otro a Billy, un magnífico Kris Kristoffersson en el que fue su debut, mostrando la crueldad y la dureza de un personaje que al mismo tiempo es realmente humano y que nos resulta tremendamente atractivo desde el inicio del film. Todo ello con un hilo musical de fondo compuesto por el mismísimo Bob Dylan, que coincide con la imaginaria del film de una forma espectacular y cuyo buque insignia es nada más y nada menos que Knockin’ on a heavens door, uno de sus temas más conocidos.
En fin, un film excepcional, una obra maestra con el sello de Peckinpah impregnado, que hará disfrutar a todos los fans del western en general, y a los del director en concreto, con su crudeza y realidad como principal bandera.
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